Juan José Sebreli: "Hoy la oligarquía es el kirchnerismo y los empresarios subsidiados desde el poder"


El reconocido ensayista, cuya vida y obra retrata el documental "El Olimpo vacío", estrenado en el pasado Bafici, denuncia el "neopopulismo autoritario" que, sostiene, encarna el kirchnerismo

Los directores eligen un plano corto. La cámara fija enfoca la cara de Juan José Sebreli, el ensayista que ha elegido, desde siempre, un camino solitario, disidente, tan lejos de las modas políticas pasajeras y las agrupaciones intelectuales como de las becas, los subsidios y las prebendas estatales que, a lo largo de la historia argentina, han seducido y domesticado a diversos intelectuales.

"Sé que soy un escritor de minorías. Escribo para una minoría y quiero que esa minoría sea lo más amplia posible. Trato de concientizar y me he acostumbrado a seguir contra la corriente y pagar el precio: la marginación [...]. Los silbidos ya me resultan un estímulo, los ataques ya me resultan un estímulo para seguir. Lo único a lo que realmente le tengo miedo es al silencio y al olvido."

Con este autorretrato que condensa una vida y un posicionamiento comienza el documental El Olimpo vacío sobre Juan José Sebreli, dirigido por Pablo Racioppi y Carolina Azzi, que se vio recientemente en el Festival de Cine Independiente de Buenos Aires (Bafici) con enorme éxito de público y crítica.

"Lo interesante de la película y loque la hace atractiva y distinta de otros documentales es que tiene algo de ficción. Hay una narración y eso se vincula con mi manera de escribir. Mis ensayos son siempre ideas narradas y hay una conexión entre mi manera de escribir y la manera en la que narra el documental", afirma el autor de Buenos Aires, vida cotidiana y alienación , El asedio a la modernidad y El olvido de la razón , entre otros ensayos que marcaron el pulso de la vida política y social del país. "Estoy seguro de que esta película va a figurar en la historia del cine argentino. Es la primera película contra la corriente que se hace. Es decididamente antipopulista", agrega satisfecho.

Es que Sebreli ha escrito largamente sobre (y contra) el populismo, al que define como una dictadura fascista con apariencia popular, que incluye la creación del enemigo, el culto a la personalidad, la propaganda permanente, los actos celebratorios, la movilización de masas, la elaboración del relato y la puesta en escena, la formación de organizaciones ad hoc y la creación de fuerzas de choque.

"En materia económica, el kirchnerismo toma algo del peronismo del 45-50; en lo cultural, toma algo de los 70 y le suma toques de modernización progresista, como el matrimonio igualitario. El tema de los derechos humanos es una concesión táctica al progresismo, aunque no se anima a ir lejos en el tema del aborto y la eutanasia", afirma sin rodeos el autor de El malestar de la política , su último libro, en el que analiza, entre otras cuestiones, el neopopulismo latinoamericano.

En días en los que el oficialismo busca la aprobación -rápida y sin consensos- de una reforma judicial que restringe las medidas cautelares de los ciudadanos e introduce cambios radicales en la forma de elección de los jueces, el ensayista sostiene que hoy "la situación es abismal", que "estamos a un paso del totalitarismo", que las mayorías también se equivocan y que la democracia puede ser usada para destruir la democracia.

En mayo se cumple una década de kirchnerismo en la Argentina. ¿Cómo caracteriza los primeros años del kirchnerismo?
-Los elementos básicos del populismo no estaban al principio del gobierno de Néstor Kirchner, que empezó por casualidad y por descarte, y asumió con un modestísimo 22 por ciento, tratando de afianzar su poder. No era un líder carismático ni de lejos, no había movilización de masas, existía cierto equilibrio en el Congreso y, aunque tenía una tendencia ideológica al setentismo, todo era muy vago. A ese primer kirchnerismo yo lo llamaba populismo frío. Después de la crisis del campo empiezan a asomar rasgos populistas y el primer hito que marca que había pasado de ser un populismo frío a un populismo caliente es el gran acto del Bicentenario.

¿Por qué?
-Porque ese acto utiliza elementos típicos de los populismos y los fascismos -entre uno y otro hay límites bastantes confusos-, y uno de ellos fue el gran acto escenográfico. La escenografía. Hitler fue un maestro de las grandes escenografías de Nuremberg preparadas por personas como Albert Speer y Leni Riefenstahl. Y en el Bicentenario los actos de Fuerza Bruta tuvieron una gran puesta en escena, una espectacularidad y un mensaje en el que deben haber influido los intelectuales kirchneristas y Carta Abierta. A fines del gobierno de Néstor y a principios del gobierno de Cristina, también aparecen las fuerzas de choque y las fuerzas políticas como La Cámpora. Además, empiezan a instrumentarse algunos consejos de [Ernesto] Laclau respecto de lo que debía ser un populismo, y de ahí en adelante se convierte en un auténtico populismo con movilización, copiando algunas cosas del peronismo.

Menciona a Hitler. ¿Está comparando el hitlerismo con el kirchnerismo?
-No. Quiero dejar en claro que al hitlerismo lo tomo como algo paradigmático. Hitler fue un tirano sangriento y ni Perón ni Cristina ni Chávez son tiranos sangrientos y tampoco la época lo permitiría. El régimen hitleriano y los regímenes populistas latinoamericanos no son similares y sólo tomo eso como paradigma.

Ha caracterizado al kirchnerismo como neopopulismo. ¿En qué se diferencia del populismo histórico? ¿Qué similitudes y diferencias encuentra entre ellos?
-El kirchnerismo nunca consiguió el entusiasmo auténtico de la clase obrera que habían conseguido Perón y Evita. El entusiasmo que despertaba Evita no lo despierta Cristina. El populismo de Perón en muchos aspectos era mucho peor que el kirchnerismo, por ejemplo, en cuanto a las libertades. Todavía existen un par de canales de televisión y radio en donde uno puede decir cualquier cosa sobre el Gobierno. En la época de Perón eso era imposible. Todos los medios estaban en poder del Estado y hacían la propaganda permanente del gobierno. El Clarín de Perón era La Prensa, que en ese momento era el diario más importante de la Argentina y de América latina. Perón no hizo estos vericuetos que está haciendo Cristina para terminar con Clarín. Directamente expropió La Prensa de la noche a la mañana, y se lo entregó a la CGT. Las manifestaciones y los grandes actos multitudinarios en la calle eran inconcebibles. Estaba prohibido cualquier tipo de manifestación; si se hacía, se hacía en lugares marginales, en Plaza Once y Constitución, no en el microcentro, y a la larga caía la policía y barría a todos con muertos y heridos. Eso todavía no ocurre. Hoy el mundo es otro y no se permitirían algunas cosas. Hay más democracias en el mundo y la revolución tecnológica y las redes hacen más difícil el control de la sociedad, pero si Cristina logra perpetuarse, no me cabe ninguna duda de que lo va a hacer.

¿Qué sucederá si el kirchnerismo logra la aprobación de la reforma judicial?
-Si imponen la reforma judicial estamos a un paso del totalitarismo. Es lo poco que queda, porque con la reforma judicial viene el control de los medios y todo lo demás. El momento que estamos viviendo es abismal. Ahora estamos en el límite del autoritarismo al totalitarismo. Y si gana Cristina, esto se convierte en un totalitarismo.

¿Nunca lo entusiasmó o sedujo el kirchnerismo? ¿Ni siquiera en 2003?
-No, nunca. Y ahora lo veo muy peligroso, porque se han organizado una enorme cantidad de fuerzas de choque, la Tupac Amaru de Milagro Sala, que es un verdadero ejército; Vatayón Militante, y los barrabravas, que son mercenarios asesinos. ¿Cómo es posible que la presidenta de la República haya reivindicado a los barrabravas, que todas las semanas matan a alguien? Eso es algo nunca visto. Carta Abierta está para hacer los discursos, para aplaudir y nada más. Y los de La Cámpora están para tomar los cargos. En un momento de crisis como estamos, Cristina no se va a ir tranquilamente. Se va a ir tirando todo abajo. Porque es el "vamos por todo". El neopopulismo es bonapartismo y cesarismo plebiscitado.

Usted ha dicho alguna vez que el populismo es la destrucción de la democracia con métodos democráticos. Y que en nombre de la democracia y en defensa de ella se la termina destruyendo.
-Así es, y así llegó el fascismo de Hitler, que primero fue primera minoría en el Congreso. Después fue nombrado canciller por el presidente de la república y poco tiempo después, cuando llamaron a elecciones, gana con el 85 por ciento de los votos. No era un pueblo analfabeto, lo votaban la clase baja, la clase media y la clase alta, y lo votaban los grandes intelectuales como Heidegger y Carl Schmitt. Indudablemente la cultura es necesaria, pero no es suficiente. Eso lo demuestra Carta Abierta, que eran personas que leían a Walter Benjamin y después terminan creyendo que Cristina es una revolucionaria. Es decir, creo que hay elementos irracionales en la condición humana que no pueden ser frenados solamente por la cultura. Tiene que haber instituciones democráticas lo suficientemente sólidas y fuertes como para oponerse a las mayorías que en algún momento, enloquecen, como enloquecieron en la guerra de Malvinas. El 90 por ciento de los argentinos creía que un ejército desprestigiado podía derrotar a Gran Bretaña y que podía encontrar el apoyo de EE.UU. y la OTAN. Era una locura a la que me opuse desde el principio. La única que iba a salir victoriosa de esa guerra era la dictadura. Mis enemigos no eran los ingleses: los que me oprimían y los que habían conquistado el país eran los militares y las Fuerzas Armadas. Incluso los intelectuales de izquierda y los exiliados apoyaron la guerra y querían volver para apoyar al Ejército. Ése fue el momento en el que perdí toda confianza en la sociedad argentina.

¿No hay ninguna cosa buena del kirchnerismo para rescatar?
-Ése es un argumento falaz, porque la peor tiranía siempre tiene algo bueno. El peor problema que tenía la República de Weimar era la desocupación. Hitler terminó de la noche a la mañana con la desocupación y provocó el gran amor. Aun después de caído Hitler, y de que les mostraron y los obligaron a ver los cadáveres y los campos de concentración, muchos alemanes siguieron pensando "yo tuve mi primer trabajo por Hitler y le estoy agradecido". Es lo mismo que los que recuerdan que Evita les dio la primera muñeca, la máquina de coser. Ésa es la falacia de confundir la parte con el todo. Uno tiene que tomar la totalidad y preguntarse qué es lo más importante.

¿Y qué es lo más importante?
-En el caso del kirchnerismo uno tiene que considerar que es una política autoritaria y una economía populista que nos ha llevado al empobrecimiento, la desigualdad y una corrupción como jamás se ha visto. Entonces, ¿qué importa frente a eso el matrimonio gay? Es completamente secundario. En el tema de los derechos humanos, el que jugó un papel realmente heroico fue Alfonsín, porque el Ejército estaba armado y se levantaron en armas. ¿Cuál es el hecho heroico del kirchnerismo? ¿Bajar un cuadro de Videla? Es absurdo. Es más importante la catástrofe de Once o la de La Plata que lo que pasó hace 40 años. Y si empezamos a sumar todos los muertos del período kirchnerista, hay que decir que juntan bastante.

¿Qué es lo que más cuestiona? ¿La forma o el fondo? ¿El estilo o el contenido?
-Los dos. La forma política es el cesarismo plebiscitado y el modelo económico que lleva a esto, quizás en contra de sus propósitos, pero las intenciones no importan, importan los hechos. El modelo económico populista, tanto el viejo como éste, lleva inevitablemente a la inflación. Y la inflación es la primera causa del empobrecimiento. Hoy creció la desigualdad y hay una pobreza enorme, aunque sabemos que las estadísticas del Indec son mentirosas y falsas, se ve en la calles, en las villas. Siguen hablando de la oligarquía vacuna, que se terminó hace medio siglo. Hoy la oligarquía es el kirchnerismo y sus adláteres, y los empresarios subsidiados desde el poder. Hoy la nueva oligarquía son los kirchneristas que viven en el barrio de Puerto Madero.

¿A la oposición no le cabe responsabilidad alguna?
-Indudablemente no se puede hacer mucho en un Congreso en el que son minoría.

Pero son minoría ahora, porque los ciudadanos no los votaron.
-Así es, y ahí está el otro fenómeno, que es la responsabilidad de la sociedad civil, y una sociedad que salió enloquecida a aplaudir una guerra en la que iban a matar a sus propios hijos. Creo que hay un 30% de kirchneristas convencidos, 30% de antikirchneristas convencidos, y al resto no le importa la política y no sabe nada. Se deciden el día anterior a las elecciones de acuerdo con lo que vieron por televisión, si les gustó o no la cara de uno u otro, y votan por cualquier cosa. Por eso, aunque el sufragio es el mejor sistema, no se puede pensar que la mayoría siempre es un criterio de verdad. El sufragio universal y las mayorías pueden servir también para destruir la democracia. Mientras no se llegue a la concientización de por lo menos la mitad de la sociedad argentina, y la protesta pueda canalizarse a través de partidos y no a través de los grandes cacerolazos que se hacen ahora y a los que yo asisto, eso no sirve para nada.

Por último, vivimos la excepcionalidad histórica de tener un papa argentino. ¿Cree que de ahora en más la figura de Francisco va a gravitar en la política nacional?
-No lo sé. Yo soy agnóstico, así que me da igual un papa u otro, pero en este sentido es interesante rescatar el libro que Bergoglio le entregó a Cristina en esa primera audiencia, cuando le dijo "para que vaya pescando lo que pensamos". Ese libro está hecho sobre la base de un congreso que se hizo del Celam -congreso de obispos latinoamericanos-, que hizo Ratzinger como papa y presidió Bergoglio. Hay un párrafo en el que habla del neopopulismo latinoamericano bien claro y sin metáforas, directamente en contra de los gobiernos de Chávez y Cristina. Y define el neopopulismo como lo que es, un autoritarismo que llega por vía democrática. Y no sólo los neopopulistas llegan por el voto popular. Hitler llegó con el voto popular y las facultades extraordinarias le fueron otorgadas con métodos impecablemente democráticos

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