Espero que algún día tomemos conciencia de la sabiduría de la brillante observación de Alexis de Tocqueville, que creo haberla repetido en múltiples oportunidades: “Tanto más fuertes son los vicios del sistema, que la virtud de los que lo practican”. Y seguidamente añadió: “Socialismo y concentración del poder son frutos del mismo suelo”. Ante esa realidad me voy a permitir hacer una análisis histórico de la Argentina, a partir de Rosas, hasta Perón y después. No olvidemos que la historia es un aprendizaje (David Hume).
La primera pregunta al respecto del tema que nos ocupa sería: ¿Que cultura y empresariado tenía la Argentina en la época de Rosas? Me atrevería a decir ningún empresario. Entonces ¿qué fue lo que permitió que Argentina entre 1853 y principios del siglo XX diera un salto cuántico en la historia y pasara de ser uno de los países más atrasados del mundo, al séptimo país más rico del mundo? Indudablemente que Caseros no tenía por objeto la libertad, sino eliminar el monopolio de la aduana de Buenos Aires del comercio internacional argentino y permitir la libre navegación de los ríos.
Dada esa realidad el paso subsiguiente se produjo cuando Justo José de Urquiza, sin quien no habría existido la Argentina, se enamoró de las ideas del pensador más grande de América Latina, Juan Bautista Alberdi. Fue en razón de ello que se aprobó la Constitución de 1853, basada en la Constitución americana, y se inició la libertad en la Argentina. Y volviendo a Tocqueville: “Los países no son más ricos por la fertilidad de sus tierras, sino por la libertad de sus habitantes”. Lamentablemente en Argentina se cree que la riqueza fue producida por la Pampa Húmeda, y por ello me he permitido sostener que entonces se humedeció en 1853 y se secó en 1942.
Argentina llegó a principios del siglo XX como el segundo país del mundo en estatuir e implementar el sistema del Rule of Law, que había cambiado la historia universal. Así competía con Estados Unidos y tal como lo reconociera The Economist recientemente, tenía un ingreso per cápita más alto que Alemania, Francia e Italia. En ese período había pasado de tener un millón de habitantes con un 80% de analfabetos, a siete millones de habitantes y 25% de analfabetos.
Creo entonces que la Argentina es un ejemplo para la historia universal. No obstante las dificultades políticas generadas por el gobierno de Irigoyen y su última consecuencia su destitución en 1930, la Argentina, aun durante la denominada década infame, soportó la recesión del treinta en mejores condiciones que Estados Unidos. Pero también llegó el Nacionalismo Católico y con él se produjo la llegada del fascismo con la presidencia de Juan Domingo Perón y Evita. Basta analizar la Constitución de 1949 para tomar conciencia de que se habían abandonado todos los principios y derechos garantizados por la Constitución de 1853-60, y se iniciaba el proceso fascista que había comenzado en Europa con la presidencia de Mussolini en Italia y siguiera en Alemania con Hitler.
Como bien dijera Lenín: “Un fascista es un liberal asustado”. O sea ante la alternativa de ser expropiados, los capitalitas empresarios colusionan con el Estado. Esa es la alternativa de la que nos debemos liberar en la conciencia de que el gobierno es una administración de hombres sobre hombres, y los hombres no son ángeles. Por tanto es necesario limitar el poder político y tomar en cuenta que las mayorías no tienen derecho a violar los derechos de las minorías (James Madison). Y tal como dijera Hume, el problema no son las mayorías sino las asambleas que pretenden representarlas, y a los hechos me remito.
Entonces recordemos que el fascismo se inicia en Italia, donde Mussolini, un antiguo socialista, adopta las ideas de Lenín expuestas en su NEP: (Nueva Economía Política). En ella Lenín al darse cuenta del fracaso del comunismo en el orden económico llegó a la siguiente conclusión en su “Introducción a la Nueva Política Económica”:
“Podemos permitir el libre intercambio local en una apreciable extensión, pero sin destruir, sino en la realidad reforzar el poder político del proletariado”
O sea siguiendo las máximas de Machiavello en el Príncipe: “El príncipe no puede controlar el amor, pero sí el miedo”. Y siguiendo en la NEP dijo: “Los capitalistas están operando entre nosotros. Están operando como ladrones, tienen ganancias, pero saben cómo hacer las cosas”.O sea el fascismo fue el engendro político surgido de esa apreciación de la realidad, por tanto a partir de otra colusión con el socialismo, que determina el poder absoluto. Es decir, no se respetan los derechos individuales. Los empresarios (capitalistas) ante esa alterativa o abandonan los países o colusionan con el gobierno para salvar su propiedad.
Como antes dijimos el fascismo llega de la mano del Nacionalismo Católico que se pergeñeó finalmente en la Argentina de conformidad con el acuerdo de Mussolini con el papa Pío XI, es decir, el Concordato de Letrán de donde surgió la encíclica Quadragesimo Anno, en la que se encuentran los siguientes principios:
“Por tanto la autoridad pública, guiada siempre por la ley natural y divina e inspirándose en las verdadera necesidades del bien común, puede determinar más cuidadosamente lo que es lícito…”
“El Estado, el cual libre de todo partidismo, de bienestar erigido en soberano supremo árbitro de las ambiciones y concupiscencia de los hombres”.
En función de esos principios llegó Perón y así se impuso a los empresarios la alternativa de la supervivencia. Así ocurrió en la Alemania de Hitler donde las empresas más destacadas colaboraron con el nazismo aun en plena Guerra Mundial. Ese proceso, lamentablemente no terminó con la caída de Perón en 1955, cuando los militares la primera medida que adoptaron fue la ruptura del contrato petrolero con la California.
Debemos tomar conciencia pues que la naturaleza humana es universal, y los comportamientos dependen del sistema ético político en que se encuentra el hombre. De tomar conciencia de esta realidad surgió el sistema contrario del socialismo y el fascismo, que determinó el respeto por los derechos individuales y la limitación del poder político. De esa concepción político-filosófica surgió el empresariado y la consecuente creación de riqueza por primera vez en la historia. La política no depende de los empresarios, los empresarios dependen de la política.
La Argentina con votos o sin votos no ha salido en la práctica del proceso que iniciara Perón y la Constitución de 1853-60 pasa por debajo de la mesa de peronistas y no peronistas. Por ello podemos decir que la sociedad, empresarios incluidos, se encuentra perdida en el llano. Son los políticos los que tienen en sus manos la responsabilidad de restituir los principios que llevaran a la Argentina por las cimas de la historia. Tenemos que rescatar las ideas de Alberdi y Sarmiento, a los cuales en la actualidad el gobierno los descalifica por extranjerizantes. Y recordemos una observación del primero que está hoy más vigente que nunca: “Hasta aquí el peor enemigo de la riqueza del país es la riqueza del fisco”. Y esta realidad no solo se está viviendo en Argentina, sino que puedo decir que la Unión Europea está más quebrada que Argentina. Cuando el gasto público alcanza o supera el 50% del PBI se viola el derecho de propiedad, y cuando esto ocurre desaparecen los empresarios que crean la riqueza, y quedan los que en virtud de la supervivencia “colaboran” con el Estado. En este caso debo recalcar la excepción de la Sociedad Rural y su presidente Luis Miguel Etchevehere, y del presidente de Shell Sr. Aranguren.
Cuando todo el mundo se tiene que ocupar de la política, es precisamente porque esta no funciona como debe, y se vive la incertidumbre y la falta de libertad. Lo necesario es que surjan los políticos que en función de las ideas de la libertad, ofrezcan al público la alternativa del respeto por los derechos individuales. Es posible que ante esa posibilidad surjan empresarios capaces de colaborar directa o indirectamente al rescate de la Constitución.
Armando Ribas
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